lunes, 1 de marzo de 2010

Tlachiquero, entre el olvido y la memoria

“Aquel que tiene un porqué para
vivir, puede enfrentar todos los
cómos”
F. Nietzsche



La pregunta directriz que problematiza este artículo de opinión, va ligada a uno de los eslabones primordiales de la cultura y proceso del pulque, que es la siguiente: ¿cuál es el futuro que le depara al tlachiquero?
La historia es nuestro referente fiel, y en el pasado nos muestra en un sin número de referencias bibliográficas, historias vivas y demás, la etapa en la que el habito, el culto, el oficio de atender y entender el maguey eran de suma importancia, no sólo en lo que significaba como enriquecimiento del propio ser humano y la sociedad, sino también en la cuestión económica -que es sin dudas fundamental- ya que se contaba con un mercado más extenso tanto en el centro del país como en lo que corresponde al occidente, en la Sierra del Tigre de Jalisco, todo esto sin dejar de lado la constante lucha en diferentes frentes contra los que descalificaban la bebida.
Es aquí en este sitio, en este momento, donde cabe preguntarse por las condiciones en las que se encuentran los tlachiqueros, que se pueden describir de la siguiente forma[1]-esto en base a las experiencias de campo en las que me he visto involucrado-: los Dones del pulque, esos que todavía toman el riesgo y el compromiso de la raspa, riesgo por la quizá cada vez menor comercialización y retribución que se obtiene del octli, en esta “realidad” compleja, alejada de romanticismos y proyectos que se quedan por alguna u otra forma en la ciudad y no logran llegar hasta la Sierra, y el compromiso, de ellos, por la herencia que significa mantener viva la planta y todos sus derivados, y en varios casos viene a ser la única fuente de ingresos de la familia. Por otro lado, existe un des-compromiso o des-prendimiento de la continuación por parte de los hijos de raspar, debido a otras ofertas de trabajo más asequibles. Estos Dones, representan sin duda “la resistencia al olvido” en un ambiente desfavorable que se puede extender a los campesinos en su totalidad.
La situación que se atraviesa es crítica, para ejemplificar esto, parafraseo una charla que tuve hace ya un buen tiempo con Luis “el convertido”[2], quien dejo la perla tapatía para ir hasta el fondo de la Sierra e insertarse en la producción del pulque, ya luego de varios meses, me comentó, que la situación allá no era alentadora, que casi no se vendía y que se estaba muriendo de hambre, y tuvo que regresarse a la ciudad[3]. Este comentario evidencia las condiciones en que se encuentra el tlachiquero, las cuales no las podemos dejar en segundo plano o hacernos de la vista gorda, sino más bien abordar esta problemática de manera más crítica e integral y con resultados tangibles, claro está que no podemos solucionar de golpe o a la brevedad todo esto, sino que se requiere toda una serie de procesos que tienen que ver con diferentes rubros y cambios en la sociedad.
Por último, también me pregunto ¿cuántos de nosotros estaríamos dispuestos a dejar la ciudad para trabajar el maguey en la Sierra? No se tome todo esto como un pesimismo exacerbado, sino como la descripción y reflexión de lo que pasa con los Tlachiqueros, igualmente todo esto surge desde la preocupación del futuro de la planta y el compromiso que se puede reflejar a través de diferentes esfuerzos, pero que todavía no alcanza la Sierra como se quisiera.

dANIEL


[1] Tómese todo esto como una provocación y un trago de pulque curado de realidad.
[2] Protagonista del relato que lleva el mismo nombre en el libro de Pulquimia.
[3] no sé si ya volvió a la Sierra.